viernes, 15 de noviembre de 2013

Verano 2011.

Ya casi había pasado un año desde que Judith nació...no me lo podía creer. El tiempo pasó volando, pero ella lo aprovechaba al máximo. No había día que no aprendiera algo nuevo.

En Junio cogió una velocidad enorme al gatear, se recorría la casa de punta a punta en un momento. ¡Bendita la hora en la que no sabía desplazarse por sí misma! Estaba súper graciosa gateando intentado pillar a alguna de las gatas, éstas aún corrían más que ella y Judith se acababa enfadando. Si nos descuidábamos ya se nos metía en sitios insospechados: bajo la mesa del salón, bajo la cama, tras la puerta...Había que tener mil ojos más con ella.

También fue la primera vez que estuvo en la playa. Al principio odiaba tocar la arena, su toalla debía estar limpia si no se ponía a llorar y ni hablar de dejarla en el suelo. Luego parecía una croqueta rebozada en arena. El mar aún le daba miedo, así que ella era muy feliz jugando en su piscinita del Mickey llena de agua, pero nada de sentarse en ella...Prefería estar de pie, así que no podíamos soltarla.
Os parecerá una tontería pero en la playa fue cuando más cuenta me di de lo que había cambiado mi vida de un año a otro. Antes de nacer Judith, mi objetivo era tostarme al sol sin ninguna otra preocupación que no quemarme y refrescarme en el mar de vez en cuando. Ahora tengo que estar pendiente de que ella no se queme, que no esté mucho al sol, que no se meta nada en la boca, que no tenga frio cuando está dentro del agua... Pero ver como disfrutaba/disfruta cada vez que vamos a la playa no tiene precio.


En Julio se montó por primera vez en un carrito de la compra, qué mayor se la veía ahí sentada...Mi bebé estaba creciendo. Con 11 meses ya estaba andando agarrándose a los sitios, cuando se cansaba, se ponía a gatear. Era súper gracioso ver como intentaba mantener el equilibrio, aunque al principio me daba mucho miedo que se cayera y se hiciera daño. Por suerte no tuvo ninguna caída seria. Ya tenía 4 dientecillos, era una ratona en toda regla. Comía casi lo mismo que los adultos, y le encantaba todo.
 
Llegó Agosto y con él su cumpleaños. Un año hacía que mi bebé, mi pequeña, mi princesa, había nacido. Ya hablaba algunas palabras básicas sueltas y andaba sin ninguna ayuda. Fue por primera vez a la feria, pero tengo que deciros que no le hizo mucha gracia. Se montó en un par de atracciones pero luego se durmió, así que nos vinimos temprano para casa. El día de su cumpleaños sopló las velas de su tarta con sus abuelos y sus titos, ya que su fiesta sería varios días después. Ese día después de abrir los regalos y comer la tarta se tropezó y se reventó el labio...vaya final de cumpleaños tuvo. Menos mal que no fue gran cosa y curándoselo se le sanó bien.
 
Su fiesta la celebramos en una local con piscina de bolas y un castillo hinchable con toda la familia. Ella estuvo comodísima, no le daban miedo ya las bolas, saltó (con ayuda) en el castillo hinchable, jugó con los demás niños... Se lo pasó genial. Sopló otra vez las velas con el resto de la familia y recibió muchos regalos que me tocó a mí abrirlo porque ella prefería seguir jugando.
 

Terminó el verano, empezaron mis exámenes de recuperación y dentro de poco tiempo Judith iría por primera vez a la guardería.

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